19 de diciembre de 2023
COPa del mundo de la hipocresía en Dubái
Resulta tentador parafrasear a Patrick Süskind en su novela El perfume. La recién concluida conferencia sobre el cambio climático apestaba a petróleo, gas y carbón. Los representantes de las industrias de combustibles fósiles, y los bancos que las financian, exhalaban vapores de turbia y dudosa liquidez. De los delegados gubernamentales que se someten a ellos emanaban olores de incompetencia o venalidad, elíjase. A fin de cuentas, esta cumbre mundial sobre el clima ha desprendido un profundo hedor que ha hecho este mundo aún más irrespirable, tanto en sentido literal como figurado.
Algunos puntos relevantes confirman este breve análisis olfativo. La declaración final de los COPinches reunidos en Dubái sólo es vinculante para quienes creen en ella, y no es de extrañar. Los grupos de presión de los combustibles fósiles contaban con 2.456 representantes. El año pasado, en la anterior COP en Sharm el-Sheikh, contaban con 636, y en la de 2021 en Glasgow, con 503. El presidente de la COP y máximo representante de los grupos de presión, Sultan Al Jaber, es también el director general de la empresa petrolera de Abu Dabi. Todos ellos estaban allí para preservar sus intereses y aumentar sus beneficios, ya que una conferencia de este tipo propicia las discusiones de negocios y la firma de contratos en el sector de los combustibles fósiles. Su creciente protagonismo en estos foros también tiene como objetivo encubrir las voces de los científicos, en particular las del IPCC, que llevan décadas dando la voz de alarma.
COPinhes en jets privados
Unas 80.000 personas fueron acreditadas para participar en esta conferencia (sin contar con las decenas de miles de visitantes que también tuvieron acceso a la llamada zona verde, alrededor del área de negociación). Como no utilizan ni bicicletas ni camellos, casi todos los delegados extranjeros viajaron en avión o incluso en jet privado. De este modo, debieron de emitir al menos 200.000 toneladas de CO2 equivalente en 15 días, sólo por el viaje de ida y vuelta entre su lugar de origen y Dubái. Pero, según la palabrería tranquilizadora oficial, su presencia habría contribuido a mantener en vida el Acuerdo de París de 2015, cuyo objetivo pretende limitar el aumento de la temperatura a finales de siglo a 1,5 o 2 grados centígrados, y ello precisamente reduciendo dichas emisiones a nivel mundial. ¡Qué alivio!, salvo que en realidad apesta a hipocresía, además de a queroseno.
La producción y el uso de combustibles fósiles generan una contaminación atmosférica difícil de aguantar. Según la OMS, ya es responsable de unos 7 millones de muertes prematuras al año en el mundo. Los recién nacidos, los ancianos y los asmáticos son los más afectados. Las temperaturas extremas también causan varios millones de muertes al año. El calentamiento global está provocando un incremento del sufrimiento extremo y de los accidentes en numerosos sectores económicos. Las condiciones de trabajo a cielo descubierto, por ejemplo, son cada vez más insoportables en verano. La insuficiencia renal crónica va en aumento, debido a unos ritmos de trabajo incompatibles con las temperaturas excesivamente altas de forma prolongada. ¿A qué esperan los políticos para tomar medidas, a que el número de víctimas se dispare aún más? La mayoría de los gobiernos o bien fingen tomarse en serio el calentamiento global, con bellas declaraciones, o bien ni siquiera se inmutan, como es el caso de la extrema derecha libertariana. Sean creyentes o no, está claro que no son practicantes. Su política en este ámbito es peor que la de no asistencia a poblaciones en peligro, ya que precisamente pone directamente en peligro a dichas poblaciones.
En este mundo maravilloso en el que vivimos, no sería de extrañar que una conferencia para promover la paz en el mundo sea organizada en breve por la industria armamentística, y que una cumbre médica para combatir el cáncer de pulmón sea llevada a cabo por la industria tabaquera. Por cierto, estos industriales están en olor de santidad en las altas esferas del poder.
Aún estamos a tiempo de reaccionar ante el cinismo reinante y la infección causada por él, para que nuestras vidas sean por fin más respirables.